Desenfundaron las espadas de oro que colgaban de sus cinturas y las alzaron al universo…
- Te odio tanto maldito, quiero ver retorciéndote. No tengo piedad esta vez, aunque muera también, te haré vivir un segundo de tu mismo infierno y te haré sentir la brutalidad que me carcome por verte morir.
- Gracias Ray, ese odio alimenta mi deseo por destrozar cada parte de tu cuerpo. Mereces lo mismo que yo. Juntos hicimos sufrir a tantos que querían vernos separados… pobres y aunque al final lo consiguieron, hoy volvemos a estar juntos… escribiendo el último capítulo de este infierno que tantos tuvieron que soportar.
- Quizá disfruten vernos morir juntos… quizá imploren nuestro cuerpo para que nos adoren hasta el final de sus propias vidas. Dejamos la inmortalidad…
Estaban golpeados, pero no adoloridos. Sus alas lucían impecables, puesto que no habían sido usadas en el combate. Se extendieron una vez más, pues el golpe mortal estaba por anunciar muerte.
Ambas alas empezaron con un movimiento lento hasta que ambos provocaron un huracán insoportable que levantó en el aire los vestigios de un recuerdo y las llamas que incendiaban cada sentimiento hasta consumirlo en el olvido.
Movían sus alas con tal intensidad que uno de ellos consiguió herir la piel del otro en un solo movimiento de estas. Había solo ira y odio… y así el que había sido herido en el pecho dio un giro desplegando impresionantemente sus alas hasta rozarle el cuello a su oponente, marcando en su piel una delgada línea mortal de la cual empezó a escurrir sangre.

Con la ansiedad del final y brotándole sangre del cuello, corrió con la espada en la mano, gritaba enloquecido. Sus alas se expandían mientras corría la poca distancia que le separaba de quien algún día fue … el compañero perfecto en el amor por el infierno.
Al momento que su oponente volteo para colocarse de nuevo frente a él, sintió el dolor intenso de la espada enterrándosele en el estomago. Vomitó sangre sobre el que un día fue su amigo. Y sin meditarlo tomó la espada por el puño para enterrarla a la altura de su espalda alta, justo donde nacían sus alas…
El rostro de ambos mostraba un dolor impresionante. Eran heridas perfectas para dejar a un lado la inmortalidad.
Ambos cayeron al piso y a un lado la espadas llenas de sangre. Las alas pesaban y estaban muriendo antes que el cuerpo de quien las poseía. Tardaron unos segundos en ponerse en pie nuevamente. Estaban envueltos en tierra, no había el brillo del platino y solo quedaba un instante de fortaleza.
Un grito desgarrador. Y levantaron las espadas para volver a clavarlas hasta la profundidad del cuerpo donde el último de los sentimientos se escondía perfectamente.
Fue tal la fuerza que los dos cuerpos volaron en el aire, hasta desplomarse en el vacío de aquella cumbre. En el horizonte podía verse como el cabello de ambos se levantaba con la misma elegancia de siempre. Finalmente cayeron al piso desbaratando cada uno de sus huesos.
- Hasta … nunca Sergio.
- Hasta nunca… Ray.
Murmuraron con dificultad, mientras las llamas del infierno terminaba por consumir lo que quedaba de ellos y el Ángel de Oro se fundía en el calor del infierno hasta que no quedo nada.
Desde entonces el Infierno dejó de existir en el universo. Nadie pudo contar una historia igual, el odio perdió significado y la delicia de la venganza quedo inmortalizada en la imagen de la batalla final.
Una leyenda que murió junto al Demonio que le inspiró a lo que un día llego a ser…