24/3/14

The Journey - You.

“Ven a casa y abrázame pronto. Lo necesito.”

Era un mensaje de texto en su teléfono móvil. Estaba en su casa descansado después de un día de entrenamiento, miraba perdido el techo de su habitación; unos segundos más y se levantó. Alcanzó un par de tennis y mientras amarraba las agujetas pensaba si algo estaba pasando. Salió al jardín de su casa donde estaban sus hermanos charlando, encendió el motor de la motocicleta y arrancó un tanto apresurado.

- ¿A dónde vas? – Era la voz de su hermana.
- Ya vuelvo! – Gritó sin voltear a verlos.

No había mucho tránsito en las calles de la ciudad por lo que no demoró para llegar al apartamento de Ray. Se estacionó y apagó el motor.

Entró sin tocar y la puerta se abrió sin problema. Encontró una notita en la mesa de la entrada.

“Camina en la oscuridad hasta el lugar donde la ciudad se observa maravillosa. La noche es hermosa, encontrarás en el acantilado una piedra enorme y a un lado descubrirás un nuevo camino a seguir. No tardes, ya quiero verte.”

Volvió a su moto y aceleró camino al mirador de la ciudad, más de una vez le platicaba cuando disfrutaba subir corriendo hasta donde podía observar que tan pequeño era el mundo desde ahí y donde también podía contemplar la oscuridad llena de estrellas.


Recuerdo la primera vez que lo vi; era guapo, atractivo y simpático. Me impactó su sencillez y la amabilidad en el trato; su sonrisa era encantadora y su cuerpo era demasiado sensual. Más de una vez volví a ese lugar donde trabajaba para tener la oportunidad de estar cerca, de escucharlo y sentirme seducido por su mirada tan agresiva, siempre coqueto.

Poco a poco empezamos a frecuentarnos pero ahora fuera de su trabajo, definitivamente observarlo mientras me platicaba alguna anécdota o alguna historia de su vida me tranquilizaba el alma. Su compañía favorecía a mi estado de ánimo y el espacio donde estuviéramos se disfrutaba, dejo de ser una simple atracción visual.


Encontró la piedra y a un lado una pequeña notita, la segunda.

“En este lugar acostumbraba sentarme, la ciudad luce diminuta ¿No lo crees? Así siento todo cuando me acompañas pues todo se reduce a casi nada con tu presencia. ¡Eres único! Observa las estrellas, en ellas me gusta imaginarte.Toma tu tiempo y no lo olvides: te estoy esperando. 

¿Recuerdas el cafecito que está en el empedrado cerca de la iglesia? Acércate a la mesa de siempre y en el cielo encontrarás algo para ti. No tardes.”

Todo empezaba a tornarse extraño, marcaba a su teléfono móvil y le enviaba al buzón de voz. Por un momento se desesperó y sin pensarlo volvió a encender la moto. 


Aquella vez salimos a comer, platicábamos de nuestras familias. Era muy agradable verlo cerca, saberlo cerca. Siempre se mostraba atento y amable, cortes y muy reservado. Me enamoraba cada movimiento suyo, cada sonrisa en sus labios y la suavidad en sus manos cuando me mostraba afecto. Alguien como él; cálido y protector,  rudo y sensual.  No era una casualidad en mi vida, tampoco una coincidencia…  era el destino.

Hicimos sobremesa en un bar cerca de donde habíamos comido, un par de tragos para refrescarnos un poco. Conversábamos de tanto, por momentos bromeábamos y en otros pocos lucían algunas de mis confesiones respecto a lo que me provocaba su compañía. Era un chico extremadamente encantador y honestamente disfrutaba su presencia.

Empezaba a oscurecer y la noche parecía que se iba a prolongar, así que nos cambiamos al café de los fines de semana. Un lugar muy artesanal y con muy buena música electrónica para ambientar cualquier conversación. Los clientes solían escribir en las paredes de madera en el salón de atrás, un espacio más íntimo y privado.

Ahí, y en cualquier lugar, los silencios eran tentadores y con una sonrisa me aniquilaba los pensamientos.


El dueño del café le saludo sonriente:
- Adelante! ¿Y tu amigo, donde le has dejado?
- No lo sé, estoy buscándolo de hecho, seguramente volveré con el más tarde. Pasaré un momento, me sirves por favor una cerveza fría.
- ¿La de siempre?
- Si, por favor.

Dejó a un lado su casco y se sentó en la mesita de la esquina, la que preferían. Le dio un trago a su cerveza y al momento en que alzó la mirada empezó a leer tantos mensajes habían escritos en el techo de madera. Encontró unas letras que le parecieron muy familiares.

Agachó la cabeza.

- Amigo ¿Cuándo fue la última vez que vino Raynier, podrías decirme?
- Hace como tres días. Venía solo, sé tomó un par de cervezas, le vimos escribiendo eso que está ahí. Parecía cansado y no venía tan animado como otras veces, permaneció callado y ni siquiera bromeo con nosotros.

“Encuéntrame en la cima cerca del cielo y juntito a las estrellas. Un árbol lleno de vida te dará la bienvenida, abre la puerta de la cabaña... Te espero antes que amanezca, te quiero más que nunca.”

Tomó su casco y salió apresurado, empezaba a entender lo que sucedía.
- ¿Todo bien?

Solamente negó con la cabeza.

Encendió la moto, su corazón parecía que iba a reventar.
- Espérame Ray, espérame por favor.


Lloraba tranquilo y en paz. La cabaña era muy acogedora, tenía una ventana grande y a través de ella podía observarse el paisaje siempre majestuoso. Ya era media noche, se sirvió un trago de whiskey en las rocas, que bebía a sorbos.

Se desvistió y se metió a la tina llena al tope con agua muy caliente. Observaba las estrellas y el brillo de la luna a través del techo de cristal en la sala de baño.

Cerró sus ojos y lo trajo a su mente.

Hacía memoria de tantos momentos que habían compartido. Siempre le intimidaba su sonrisa y aun más con su tacto, como la vez en que se subió a su moto. La cercanía y  el olor de su cuerpo le erizaba la piel, esa vez se acercó lento para besar su espalda.

- Hueles exquisito.

Sólo tenía la imagen de él en la mente, sonriendo, serio, jugando, bromeando, gritando, acercándose. Recorría su cuerpo sin morbo, solamente disfrutando su cercanía.

Era el único hombre que hasta el momento había acertado en su comportamiento, era atento y amable, no reparaba en mostrar afecto en cualquier momento. Le provocaba emociones honestas y transparentes; además se sentía protegido por él. Y es que el trato era distinto a lo que acostumbraba, él le hacía volar con una mirada, con un gesto, con un abrazo… con un beso.

Siempre se mostraba educado, agradable, divertido, atrevido, sensual, exquisito. Siempre a su lado y nunca detrás; siempre mirándole a los ojos y nunca escondiéndose, siempre atento y jamás ignorándolo.

Se levantó y salió de la bañera escurriendo agua en el piso de madera, caminaba descalzo. Lucía muy desmejorado, lloraba más y más.

Miraba la inmensidad del cielo lleno de estrellas y con la luna radiante. Vistió soberbio y cómodo para la ocasión, continuaba  bebiendo la misma copa de whiskey.

Suspiraba.

Colocó velas en cada espacio posible para iluminar la cabaña. Además de docenas de rosas blancas para complementar la decoración, todo lucía regio y elegante. Tal cual merecía la vida memorable de un rey.

Colgaban un par de pinturas en las paredes de la sala de estar y en la mesa colocada cerca del ventanal había una foto enmarcada  con su amigo en blanco y negro, ambos sonreían y parecían divertirse. Y frente a la foto, había una pulsera de oro con una nota:

“Llévala contigo… es tuya, con todo mi aprecio.”

Encendió cada una de las velas. Silencio absoluto. Prendió el sistema de audio y empezó a escucharse el soundtrack de una de sus películas favoritas, las notas eran perfectas para el momento final.

Poco más de las dos de la madrugada.

Y se recostó en un sillón cómodo. Suspiro en paz y cayó en un sueño profundo.


La carretera estaba iluminada por la luna llena, manejaba con la velocidad máxima que alcanzaba su motocicleta, era un bólido en el asfalto. Los automóviles que pasaban a un lado le hacían sonar el claxon en señal de precaución, el solo quería llegar a la cabaña.

- ¡Ray!

Pronto tomó la desviación a la cima de la montaña. Había manejado ya por más de dos horas y el trayecto le había parecido eterno; faltaba poco menos de nueve kilómetros para subir a la montaña y en cuestión de minutos llegó, se estacionó y fue corriendo al árbol.

“Hazme arder como lo hace el ave Fénix.” 

Decia la nota que encontró a los pies del árbol.

Y se acerco a la puerta; no estaba cerrada y pudo alcanzar a ver el suelo lleno de velas encendidas.

Entró.

No podía creer lo que estaba viendo, no eran solo rosas blancas ni velas las que adornaban el lugar. Se acercó a la mesa donde estaba la fotografía y tomo la pulsera. Se la coloco en la mano derecha y la llevó cerca de su corazón.

- No Ray… - Dijo con los ojos llenos de lágrimas.

En silencio se acercó hasta alcanzar a leer la última nota que sostenía Raynier en sus manos. Parecía relajado y profundamente dormido.

Empezó a llorar.

"No temas, ahora estoy mejor.

Toma mis manos y permíteme acariciar  tu rostro, acércate y déjame percibir el olor de tu piel cerca de mí.

 No me he ido aun.

¿Sabes? me ha encantado el color que le diste a mis últimos días; he sonreído con el alma, he volado junto a ti, me he sentido seguro, volví a vivir. Lo confieso, te quiero y más de lo que puedas imaginar. Pérmiteme besarte el alma por última vez... 

Abrázame y cuando me sueltes despídete con un beso. Entonces habré muerto.

Acuéstame en la cama y por favor no permitas que nadie me vea después de ti.

Encuéntrame en el cielo, te estaré esperando.

Te quiero tanto."

Se acercó sin miedo y el silencio fue interrumpido por un grito desgarrador que se escuchó en todo el espacio. Se lamentaba entre lágrimas que le brotaban del corazón sin pronunciar una sola palabra, se acercó y le dio un beso en la frente.


Montado en su motocicleta, observaba con los ojos llenos de lágrimas como la cabaña era devorada por el fuego. La madera crujía y su amigo ardía dentro, era su última voluntad.
Encendió la moto y alzó la mano en señal de despedida. El alba le quitaba poco a poco la oscuridad a la madrugada, estaba amaneciendo ya.

- Te echaré de menos Ray.




H.M. The Legendary King Raynier.


Dedicated to yoU.

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