4/5/15

Love: Ray meets Jorge.

Hay ocasiones en que la memoria guarda momentos que lastiman, otras más; muchas más, guarda retratos de instantes que te hacen sentir inmenso y te permiten encontrarte en la cima del cielo disfrutando lo pequeño que es el mundo comparado con la infinita cantidad de emociones que nos llenan el alma.


Esta mañana decidí, mientras me levantaba de la cama, salir y caminar en el bosque que está detrás del castillo que he habitado desde aquellos días que me hicieron temblar de emociones honestas y brillantes.

Pensé en regalarme un momento para recordar lo bueno de ti, para recordar esos pequeños detalles que tu personalidad un tanto fría me permitía sentir, hoy recuerdo eso y entiendo que eres maravilloso y que esos pequeños instantes eran mi felicidad absoluta. Y aunque no te era fácil expresarlo, lo hacías y lo hacías mejor que todo el mundo.

Después de tomar un baño con agua fresca,  me vestí para la ocasión; escogí aquella playera polo que alguna elegiste para mi, unos jeans y zapatos cómodos. Sonreía y caminaba tranquilo de un lado a otro dentro de la que fue nuestra habitación y recordé tanto, recordé demasiado, recordé que tanto te quería y que tanto; a tu manera, me querías.

Miraba la cama donde tantas veces nos quedamos dormidos después de comer. Sonreía con tantas imágenes agradables a mi memoria, entonces disfrutaba tanto que me pidieras acariciara tu espalda desnuda hasta que te quedabas dormido; mejor aun las veces que en que me discutías quien abrazaría a quien para dormir. Lo confieso, era exquisito  sentir tus brazos alrededor mio mientras te quedabas dormido,quince o veinte segundos  eran suficientes para que lo consiguieras, entre tu sueño me acercabas más a tu piel e inconscientemente me  acomodabas a la forma de tu cuerpo, destilabas tanta ternura mientras cuidaba atento tu sueño.

Te observaba enamorado mientras me platicabas lo que habías vivido cuando eras pequeño. Algunas de tus historias me siguen pareciendo fantásticas, algunas llenas de ternura y otros de tus relatos me parecían increíbles. No dejaba de sorprenderme con tanto. 

En estas cuatro paredes, tan románticas,  emblemáticas y discretas  que han guardado una historia: el secreto de nuestro tiempo juntos. 

Un poco de loción sobre mi piel y encamino mis pasos por el comedor, observo la silla que ocupabas y que estaba a un lado mío, precisamente a la derecha; leal compañero y, después de tanto, único consorte en mi reino.

Tantas emociones que fluyen en este momento.

Y algunos momentos realmente difíciles y complicados para mi, para ambos, pues no hubo ocasión en que me dejarás solo. Ocasiones en que la ira me ganaba y perdía el control de mi cuerpo y de mi mente expresando palabras propias de mi enojo, más no de lo que realmente sentía.

Momentos en los que actuabas siempre discreto y tranquilo a mi locura. Y yo intenso y nada consciente de lo que decía… tu solo me mirabas y me explicabas lo que en ese instante no podía entender. Días de frustración que volvían tenso el ambiente, días en los que sin reparo te ibas lejos.

Pero también cometiste errores.

...

Me acerqué a la puerta principal, donde aquella vez tuvimos que decirnos adiós.  Era una tarde  de febrero en que después de la última discusión decidimos que era mejor liberarnos y dejarnos ir, no era correcto lastimarnos más de la cuenta, no lo toleraríamos después y explotaríamos el corazón.

El imperio que había intentado mantener en pie cayó en pedazos frente a mis ojos justo en el momento en que nos abrazamos y con un beso en la mejilla nos dimos las gracias por habernos permitido vivirnos uno al otro.

Recuerdo haber rozado tus manos, te pedí que te fueras…

“Lo siento mucho amor”

En silencio observé como poco a poco te alejabas, hasta que perdí de vista tu silueta en el horizonte y no supe más de ti. Un vuelco al corazón que termino con mis días de gloria por el amor transparente que me mostrabas la mayor parte del tiempo que compartimos.

Bajé las escaleras para encontrarme sobre el camino de piedra que me llevaría primero a un jardín espléndido lleno de rosas donde suelo sentarme a leer, donde disfruto recostarme sobre el pasto fresco a observar como las nubes juegan en mi imaginación y donde algunas veces me he quedado dormido bajo la luna y las miles de estrellas cuando me arrullan mientras recuerdo el dulce sabor de tus besos.

El tiempo hizo lo propio y poco a poco volví a conquistar amaneceres para mi, para mi corazón y para mi alma.

Fue entonces cuando descubrí  la  magia que guardaba este bosque, descubrí que aquí saboreaba vida pues mientras caminaba descalzó mi piel absorbía tanta frescura de la tierra húmeda.

Era volver a vivir después de esos días oscuros bañados de tormentas, rayos y truenos que anunciaban lo que entonces ya no escondía mi cuerpo. Empecé a experimentar paciencia después de tanta desesperación y ansiedad hasta que la lluvia cedió al encanto de una oscuridad seductora donde mis alas volvieron a brillar para hacerme volar.

Conseguí volver a  encontrarme con mi otra parte, y fue en un día en que el viento soplaba seduciendo a la lluvia, entonces desperté.

Extendí mis brazos al cielo agradeciendo a la inmensidad el hecho de poder volver a respirar vida;   entendí que el miedo que yo experimentaba era por la ausencia de fe en mi, había dejado de creer en mi. Agradecí a mi memoria por recordarme de donde vengo, lo que en un momento fui y la fuerza que nace dentro de mí para seguir siendo quien soy.

Recordé lo mejor de mi, recordé sonrisas. Era mi tiempo, el que necesitaba para entender que no hay mejor confidente que uno mismo pues así podemos recordarnos lo que somos capaces de hacer por uno mismo.

Y desde ese tiempo, hoy por fin volví a recordarte; labios exquisitos que me seducían y con esa mirada tan tierna y a veces picara. Recordé tu discreta forma de sorprenderme con detalles inesperados y con momentos que guardo conmigo. 

Caminé a la orilla del arroyo con la mirada perdida en el horizonte y sonriendo por poder vivir un momento para mi, lo necesitaba. Me detuve y alce mi rostro con los ojos cerrados, respiré profundo y suspiré sintiendo el paraíso.



Alguien tomó mis manos y entonces, cuando baje la mirada, te encontré sonriendo. No pude evitar lágrimas de felicidad por volverte a ver cuando menos esperaba tu presencia en mi mundo, cuando pensaba que esa despedida era la última vez.

No pude pronunciar una sola palabra, sentí una fuerza inmensa en mi interior y entonces nos encontramos con la mirada, nos decíamos tanto que nuestros gestos nos delataron; sabía lo que intentabas decirme y con el brillo en tus ojos miel sabía que entendías cada uno de mis movimientos. 

Y con tanto cariño nos dimos un beso en la mejilla, ¡Volviste a sorprenderme! Sostuve tus manos con las mías y besé tus labios mientras tu no dejabas de sonreírme... mis ojos se llenaron de emociones.


- Te quiero, te he querido todos los días.
- Yo también te quiero Ray, gracias siempre.

Me abrazaste y suspiraste mientras recargabas tu cabeza en mi hombro, tal como lo hacías cuando estábamos juntos. Perdí la noción del tiempo y  en silencio te recordé cuanto significas para mi y cuanto me agrada saberte cerca pues amo tu presencia en mi vida.

Caminamos de regreso a casa, corriendo entre los árboles de vez en vez para recordarme que eras el más veloz. Te escuché reir fuerte, nos estábamos divirtiendo juntos otra vez, como si nada hubiese ocurrido.

Me habías perdonado, te había perdonado.

Es nuestra historia y estoy seguro que la recordaré hasta el último de mis días, cuando mi cuerpo expire y mi  último suspiro engalane mis labios con una sonrisa por recordar lo que hemos compartido. 





Te quiero todos los días...

Con amor, Ray.

26/8/14

Hard

- Ah!

Un suspiro inundó el silencio profundo dentro de la cabaña y desencadenó un gemido provocado por el placer de sentirse tocado sexualmente entre las piernas mientras mantenía los ojos cerrados. Tragaba saliva mientras las uñas de sus manos se encajaban  en los brazos del sillón donde estaba sentado.

El torso desnudo dibujando perfectamente los músculos de su abdomen; plano y marcado,  más no exagerado.  Ya no tenía abrochados los primeros botones de sus jeans, dejando al descubierto parte de la oscuridad de su ropa interior.

Piel deliciosa y tersa envolviendo el cuerpo atlético de un chico completamente excitado. Abrió los ojos y observó una sonrisa atrevida mientras sentía los labios del otro en su abdomen. Iba, entonces, directo a la perdición.

- No voy a lastimarte…

Sabía lo que estaba haciendo, entendía el deseo del otro y lo hacía con la  perversión propia del deseo, a veces se le escapaba un segundo de inocencia y ternura que le hacía demostrar sumisión. No era la primera vez que lo hacía y aunque no era un experto, sabía cómo provocar el lado perverso de su víctima hasta llevarlo a experimentar un orgasmo pleno y sucio.

Mientras, con su lengua recorría la parte baja del abdomen y con sus manos quitaba los jeans de aquel chico. Permaneció así un largo rato, el estaba con el torso desnudo y el otro vestía únicamente un bóxer negro que no dejaba nada a la imaginación y delataba algo más que excitación; dejaba al descubierto el exquisito  estado sexual  e insinuaba aun más intenso un estado mental que desataba la furia haciéndole retorcer su cuerpo lleno de placer mientras sentía como le recorrían cada centímetro de su piel.

El ambiente era perfectamente relajado; no había más de media docena de velas rojas encendidas que iluminaban tenue la cabaña. A través de la ventana se podía observar la cantidad de estrellas en el firmamento, a lo lejos, muy a lo lejos la silueta de una montaña mordiendo una parte de la luna.

Calentó sus manos con un poco de aceite y con ellas sabía que podría enloquecerlo aun más.

- ¿Te gusta?- Preguntó.
- Me encanta como lo haces. – Respondió con los ojos bien cerrados.
- Desde que te vi aquella vez corriendo en la pista sabía que un día conseguiría acercarme a ti.
-  Y lo conseguiste. – Afirmó con una sonrisa sutil en los labios.
- No ha nacido un mortal imposible para mi.
- Solo recuerda que no soy gay y solo será esta vez. – Aclaró.
-  No dije que lo fueras, pero volverás…  – Sonrió.
- ¿Tan seguro estas de lo que dices?
- Solo te irás… solo volverás.  

Inocente, perverso, delicado, sucio, atrevido… letal.

Lo invitó con las manos a levantarse. Ambos cerraron los ojos, ahora si podían estar bien cerca. Olía su piel, besaba su cuello, acariciaba su piel y se perdía en ella; por momentos parecía que deseaba desgarrar la piel de su espalda enterrando sus dedos tanto como podía. El otro se dejo llevar por la situación y también lo abrazaba, empezaba a consumirse en el deseo.


Mientras estaba de pie, sujetó la cabeza de su compañero hasta que consiguió que estuviera precisamente sobre sus rodillas y a la altura de su abdomen. Acercó todo su cuerpo a la cara del otro, estaba ya demasiado excitado.

- Pruébame, se que lo deseas.
- Tanto como tú.Respondió mientras estaba de rodillas.

Y en un momento empezó a sentir la humedad de esos labios recorriendo la inmensidad de su excitación que guardaba dentro de esos bóxers negros. Era brusco y tomaba la cabeza del otro con toda su fuerza para pegarlo tanto como fuera posible a él. Sintió como poco a poco iba bajándole el bóxer hasta caer sobre el piso y quedar completamente desnudo. No había nada que esconder ya, y el poco pudor que existía se había esfumado por completo. Las preferencias sexuales habían quedado atrás, solo el deseo ardía por dentro… quemaba.

- ¿Me deseabas? ¡Mírame!
- Suficiente… - Afirmó mientras le observaba directamente a los ojos.

Sus labios devoraban cada centímetro de esa parte en su cuerpo, y con saliva calentaba aun más lo que evidentemente se mostraba pleno, duro e hipnótico. Sentía caliente hasta la garganta. Probó entonces el placer del otro.

Ambos respiraban agitados.

- ¿Quieres que…?
- No.
- ¿No qué?
- No quiero.
- ¿No? Aprovecha…
- No.
- Me deseas cabrón, lo sé.

Y lo agarró con fuerza, lo levantó y lo colocó de espaldas a la pared.

- ¡Aaaah! – Gritó cuando lo tomó del cabello para levantarlo
- ¡Siénteme!

Sólo se escuchaban gemidos intensos mientras le penetraba con toda la fuerza que su masculinidad le permitía, ya nada era prohibido y realmente disfrutaba lo que estaba haciendo… con otro hombre.

Lo aventó a la cama y aunque intentó levantarse, le sujetó de la cintura y del cabello para volver a poseerlo con toda la fuerza de sus veintitantos años. El otro solamente se ahogaba en el placer que le provocaba, combinación perfectamente erótica para ambos. Ambos ya acostados y en una posición que le permitía tener otra vez el control, dejó que sus sentidos se perdieran en un instante completamente explosivo.


Se movían con tanta precisión que atinaban chocar sus cuerpos con tal intensidad que parecía no tardarían mucho más en silenciar la excitación corporal y mental con un orgasmo turbio quizá, pero pleno.  Fue uno quien alcanzó primero un orgasmo espectacular contrayendo su cuerpo, mientras el otro gritó en el mismo momento en que vació todo su interior en el cuerpo de quien lo había seducido.

Se desprendió unos minutos después y se quedó observando el techo de la cabaña. Estaba exhausto. El otro miraba por la ventana, lo había conseguido y lo había disfrutado aun más de lo que el mismo se lo imaginaba.

- Vaya que lo haces muy bien. – Murmuró mientras seguía con la mirada perdida en el techo.
- Tú resultaste justamente lo que yo esperaba.
- ¡Calla! Fue debut y despedida.  - Afirmó.
- Así dicen todos, más de uno ha vuelto. Lo harás.


Se levantó de la cama y recogió su ropa que estaba tirada en alguna parte de la habitación, se puso los jeans, mientras charlábamos un poco más; sus gustos y los míos, tomó un par de cervezas del refrigerador y me alcanzó una que ya había destapado, se sentó a la orilla de la cama. Me miraba, permaneció callado un momento y sonrío; me confesó que era su primera vez con un chico y que no había sido una mala experiencia, que lo había disfrutado más de lo que había imaginado. Dijo que tenía novia, en realidad no me importó.  Se recostó nuevamente en la cama y empezó a hablarme de fútbol y un poco de su trabajo, me cuestionó las mismas curiosidades que todos, o la mayoría, tienen antes o después de irse a la cama con alguien de su mismo sexo.

Terminó de vestirse y se despidió  apretándome la mano y mirándome con una sonrisa que, más que discreta, parecía  atrevida y misteriosa.


No sé cuanto tiempo había pasado desde entonces, pero al salir de bañarme, encontré un mensaje de texto: ¡Que onda! ¿Cómo estás?, soy Joel ¿Me recuerdas? Estoy cerca de tu casa ¿Puedo pasar a verte? Tengo ganas de…”

“Sabía que volverías.” Respondí y entonces escuché a los pocos minutos que ya estaba tocando mi puerta.


- Adelante – 

Sonreí.



Dirty & tasty.
This is me... and me.

9/6/14

Deluxe Road To Perdition: Death

Y una nube negra oscureció la inmensidad del paraíso, poco a poco las estrellas se perdieron en el infinito. El viento alcanzó la fuerza necesaria para levantar la más furiosa de las trombas marinas nunca antes vista por los mortales.

Una vez que el horizonte se confundió con el azul oscuro del cielo, el viento trajo el murmullo oportuno que provocó miedo en aquellos que poco a poco se acercaban a observar en la orilla de la playa; era el morbo y la incredulidad de lo que no vivían en su propia vida. Algunos corrían a resguardarse detrás de las palmeras y los demás encaminaban sus pasos a la cima de las montañas alrededor de la playa.

El día final había llegado.



El horizonte lucía tan enigmático como la misma oscuridad. Los Demonios Maestros tocaban instrumentos desde algún lugar en el infierno, ambientando así el espacio mortal.

Se escucharon docenas de cuernos y las aguas se levantaron al infinito en una cortina brillante que al caer reveló la presencia de las siete bestias. En el lado derecho una pantera y una serpiente Krait tan negros como el mismo peligro y en el extremo, un toro con la cabeza baja y los ojos brillantes retando al destino. En el lado izquierdo: un doberman y un lobo con el hocico listo para destrozar cuerpos. Un cuervo; el último de la fila, con las alas extendidas graznando con toda su potencia.

La música se volvió un completo desafió a la tranquilidad. Y para complementar la sobriedad letal del paisaje, un caballo oscuro en la retaguardia, acomodado de lado y relinchando vez en vez. La última estrella se extinguía en el firmamento.


Entonces, la oscuridad se iluminó con rayos de luz espectaculares que, tan pronto la velocidad permitía, eran coronados con truenos ensordecedores marcando la calma de las siete bestias que esperaban pacientes. El mar se extendió al cielo y en sincronía con los rayos volvió a caer sobre su misma superficie.

Entre inmensas olas y espuma blanca apareció El Rey, quien en un movimiento en el viento consiguió colocarse en el medio de las bestias. El caballo negro le cuidaba la espalda, entonces ya relinchaba dejando ver su esplendor majestuoso cual animal elegante. El Rey vestía un traje negro del que se distinguía mientras estaba suspendido en el viento. Sus ojos lucían tan enigmáticos que destilaban la fuerza que poseía, su cabello volaba en el viento mostrando la majestuosidad de un demonio… una bestia.

Extendió sus manos y con movimientos lentos comenzó a alterar la tranquilidad de las aguas, cada vez más y más hasta levantarlas al infinito, el sonido era espectacular y aterrador al oído de aquellos mortales, pues el cielo volvía a iluminarse con fuertes rayos seguidos de intensos truenos que provocaban la sonrisa del Rey.

- Aquí estoy, he vuelto. Este es mi territorio, mi paraíso… el infierno de muchos.
Alzó sus brazos y la mirada al universo y gritó:

- Maldito aquel que ha escupido palabras en mi contra. He descubierto su traición y no son dignos en mi reino. Esta noche sufrirán la crueldad y la ira de mi fuerza. No tengo piedad de nadie.

El Rey se elevó a lo más alto del paisaje mostrando el encanto de su rostro y la fuerza de sus rasgos, mientras las siete bestias que le rodeaban caminaban lento para acomodarse en la posición perfecta para atacar. Las bestias se encaminaron sobre el viento escoltando los pasos del Rey quien destilando ira con su mirada caminaba elegante hacia la arena de aquella playa.

- El infierno nace una vez más para mostrarme tal cual soy, sin miedo a nada y con la firme intención de asfixiar a todo aquel que ha intentado hacerme perecer en mi trayecto.

El tono de su voz era desafiante, pero hablaba con tranquilidad. Misma que hacía sincronía con cada uno de sus pasos y con su mirada. Dejó caer parte de su vestimenta sobre la arena, dejando al descubierto parte de sus brazos, sus dedos eran espectacularmente bien delineados y sobre su piel llevaba tatuados símbolos hindús que se extendían en la piel de sus brazos, cada línea era delicada y tan negra como su mirada.

- Soy aquel a quien ustedes con sus palabras castigaron hasta hundirme en el más peligroso de los abismos – Se expresaba con firmeza.

- Aquel quien mientras caminaba, le escupían veneno y enterraban espadas en el cuerpo. Hoy estoy aquí dispuesto a recuperar mi territorio… y mi dignidad.

El horizonte empezaba a arder en llamas que iluminaban la oscuridad, era el rojo perfecto mezclado con un tono amarillo definiendo el ocaso.

De nuevo la música de los demonios en el silencio de la noche. Un cuerno anunció el peligro y entonces El Rey volvió a moverse, el viento sopló fuerte sobre el escenario y los árboles empezaron a moverse por la fuerza del mismo. El destino estaba cerca y con ello, la destrucción de los últimos días.

Muchos de los que se resguardaban entre los árboles y palmeras corrieron contra El Rey, llevaban estacas en sus manos, algunos con palos encendidos y otros más levitando en oraciones para terminar con la vida del demonio en el que se había convertido después del exceso.

- Bienvenidos sean.

Miles de voces gritaban con rabia, algunos escupían muerte, otros palabras para purificar a quien era imposible calmar. Mil lamentos, mil y un pecados, voces, gritos, dolor, ira. Seis de las siete bestias asesinaban sin piedad; se escuchaba el graznido del cuervo enterrando el pico en la mirada de quienes tantas veces juzgaron los actos del Rey; la pantera con toda su rabia, sangraba la piel de aquellos que escupían palabras humillantes cuando El Rey parecía perderse en el abismo de su existencia. La salvaje respiración del toro anunciaba enterrar sus cuernos en los cuerpos vírgenes y puros que criticaban el erotismo sexual de su majestad. La serpiente inyectaba tanto veneno podía en aquellos que oraban por tranquilizar la vida de quien había nacido para disfrutar el holocausto de una noche atrevida, el perro destrozaba decenas de cuerpos y el lobo mutilaba la decencia de muchos.


El paisaje era espectacular a los ojos del Rey, quien sonreía mientras se acomodaba en el lomo del elegante caballo negro, mientras caminaba, pisaba tantos cuerpos se atravesaban en su camino, algunos con la mirada propia del miedo ante la muerte y otros exhalaban el último de los suspiros.

Entonces se escuchó una voz en el viento:

- Has llegado por fin, The Legendary King ¿Has pensado en lo que arrastras de tu pasado? Alguien más adelante vengará la muerte de todos, ha sido un placer esperarte. 

Y entre llamas apareció El Principe, que si bien no era poderoso si era bastante astuto en el arte de la muerte.

Las bestias voltearon en sincronía al final del camino para observar cómo se erguía aquel mortal que venía dispuesto a todo. Su rostro se distinguió en contraste con el rojo del cielo, era el mismo que alguna vez fue aliado del Rey. Aquel que compartió el secreto y el hambre por la destrucción. Aquel que cuando El Rey cayó al abismo se esfumó desconociéndole y negando su fortaleza.

 - Había esperado por ti tanto tiempo, tu me enseñaste el arte de la muerte y estoy aquí para destruirte. Debes morir. - Pronunció mientras observaba detenidamente el rostro del Rey.

- No tengo miedo de lo que eres, solo precaución de tus labios. Tu el  maldito de los mortales, aquel que me besó haciéndome acariciar la naturaleza de tu estúpida existencia, el de la piel que más de una vez me envolvió en las noches frías. Ese eres tu… el de los pasos silenciosos, el de la mirada ardiente, el de las palabras ácidas y letales. Yo también te esperaba.

Y sin más tiempo ambos desenfundaron espadas de platino y diamante.


Relámpagos.

Gritos ensordecedores cuando uno conseguía lastimar la piel del otro, lamentos en el viento cuando el filo de las palabras hería la memoria del oponente. Uno a uno, sin descansar lastimaba al otro.

El sudor en la piel de ambos, los ojos rojos despidiendo el infierno de sus cuerpos y la respiración intensa eran una prueba magnifica del paraíso letal que estaban viviendo. El Rey y El Príncipe, ambos con la misma intención de establecer el dominio final a costa de su propia muerte.

Ambos volaron en el viento hasta encontrarse frente a frente. El Rey cerró los ojos y bajo la cabeza permitiendo que su cabello cubriera parte de su rostro un poco lastimado, en cambio El Príncipe extendió sus brazos al viento mostrándose imponente a los que abajo observaban y las siete bestias se colocaron en una misma línea.

Lo que un día se pronosticó era ya una realidad.

El Rey gritó tan fuerte que provocó un tornado en el viento, alzó la mirada y de sus labios empezó a correr sangre. En un segundo voló detrás del cuerpo del Príncipe para abrazarle y así detener sus movimientos, este en su intento por zafarse enterró sus dientes en los brazos del Rey, el que fue su maestro. Ambos se retorcían de dolor… y de placer.

- ¡No eres el mismo de antes!

El Príncipe uso toda su fuerza y tiró de los brazos del Rey para hacerlo volar en el viento hasta que se estrelló en la arena. Mientras el cuerpo del Rey rompía la fuerza del viento, por su mente pasaban tantas escenas de cuando su presencia lo hizo colocarse en la cima… sonrió por un instante. Su cuerpo golpeo tan fuerte que tembló en el lugar.

El Príncipe observaba como las bestias se reunían alrededor de aquel Demonio tirado en la arena. Se dejo caer con la espada la mano dispuesto a enterrarla hasta lo más profundo del cuerpo del Rey y así apagar el infierno en el universo.

Las bestias gemían provocando un eco espantoso en el viento, inclinaban la cabeza y sus ojos brillaban encendidos por el infierno que el cuerpo del Rey les transmitía, quien en cuestión de segundos levitó en el viento, abrió los ojos y cayó de pie.

El cuerpo del Príncipe perdió control por la misma fuerza con la que se dirigía para matar al rey. No había más tiempo y El Rey levantó su espada enterrándola en el corazón del Príncipe, quien abrió sus ojos antes de expirar a la cumbre que merecía.

El Rey alzó la mirada y llevó sus manos al cuello, había sido herido de muerte por el filo de la espada del Príncipe. Cayó y suspiró, entonces el caballo se recostó a su lado agachando su cabeza a la tierra, la pantera rugió y las demás bestias hicieron lo propio a su instinto.

La música del infierno reveló el silencio del final.

The Legendary King había muerto y con el, el infierno se convirtió en cenizas revelando el lujoso camino que lo llevó a la perdición.



Dedicated to my Beloved Friend: Sergio.

(Relato escrito en abril de 2011)


24/3/14

The Journey - You.

“Ven a casa y abrázame pronto. Lo necesito.”

Era un mensaje de texto en su teléfono móvil. Estaba en su casa descansado después de un día de entrenamiento, miraba perdido el techo de su habitación; unos segundos más y se levantó. Alcanzó un par de tennis y mientras amarraba las agujetas pensaba si algo estaba pasando. Salió al jardín de su casa donde estaban sus hermanos charlando, encendió el motor de la motocicleta y arrancó un tanto apresurado.

- ¿A dónde vas? – Era la voz de su hermana.
- Ya vuelvo! – Gritó sin voltear a verlos.

No había mucho tránsito en las calles de la ciudad por lo que no demoró para llegar al apartamento de Ray. Se estacionó y apagó el motor.

Entró sin tocar y la puerta se abrió sin problema. Encontró una notita en la mesa de la entrada.

“Camina en la oscuridad hasta el lugar donde la ciudad se observa maravillosa. La noche es hermosa, encontrarás en el acantilado una piedra enorme y a un lado descubrirás un nuevo camino a seguir. No tardes, ya quiero verte.”

Volvió a su moto y aceleró camino al mirador de la ciudad, más de una vez le platicaba cuando disfrutaba subir corriendo hasta donde podía observar que tan pequeño era el mundo desde ahí y donde también podía contemplar la oscuridad llena de estrellas.


Recuerdo la primera vez que lo vi; era guapo, atractivo y simpático. Me impactó su sencillez y la amabilidad en el trato; su sonrisa era encantadora y su cuerpo era demasiado sensual. Más de una vez volví a ese lugar donde trabajaba para tener la oportunidad de estar cerca, de escucharlo y sentirme seducido por su mirada tan agresiva, siempre coqueto.

Poco a poco empezamos a frecuentarnos pero ahora fuera de su trabajo, definitivamente observarlo mientras me platicaba alguna anécdota o alguna historia de su vida me tranquilizaba el alma. Su compañía favorecía a mi estado de ánimo y el espacio donde estuviéramos se disfrutaba, dejo de ser una simple atracción visual.


Encontró la piedra y a un lado una pequeña notita, la segunda.

“En este lugar acostumbraba sentarme, la ciudad luce diminuta ¿No lo crees? Así siento todo cuando me acompañas pues todo se reduce a casi nada con tu presencia. ¡Eres único! Observa las estrellas, en ellas me gusta imaginarte.Toma tu tiempo y no lo olvides: te estoy esperando. 

¿Recuerdas el cafecito que está en el empedrado cerca de la iglesia? Acércate a la mesa de siempre y en el cielo encontrarás algo para ti. No tardes.”

Todo empezaba a tornarse extraño, marcaba a su teléfono móvil y le enviaba al buzón de voz. Por un momento se desesperó y sin pensarlo volvió a encender la moto. 


Aquella vez salimos a comer, platicábamos de nuestras familias. Era muy agradable verlo cerca, saberlo cerca. Siempre se mostraba atento y amable, cortes y muy reservado. Me enamoraba cada movimiento suyo, cada sonrisa en sus labios y la suavidad en sus manos cuando me mostraba afecto. Alguien como él; cálido y protector,  rudo y sensual.  No era una casualidad en mi vida, tampoco una coincidencia…  era el destino.

Hicimos sobremesa en un bar cerca de donde habíamos comido, un par de tragos para refrescarnos un poco. Conversábamos de tanto, por momentos bromeábamos y en otros pocos lucían algunas de mis confesiones respecto a lo que me provocaba su compañía. Era un chico extremadamente encantador y honestamente disfrutaba su presencia.

Empezaba a oscurecer y la noche parecía que se iba a prolongar, así que nos cambiamos al café de los fines de semana. Un lugar muy artesanal y con muy buena música electrónica para ambientar cualquier conversación. Los clientes solían escribir en las paredes de madera en el salón de atrás, un espacio más íntimo y privado.

Ahí, y en cualquier lugar, los silencios eran tentadores y con una sonrisa me aniquilaba los pensamientos.


El dueño del café le saludo sonriente:
- Adelante! ¿Y tu amigo, donde le has dejado?
- No lo sé, estoy buscándolo de hecho, seguramente volveré con el más tarde. Pasaré un momento, me sirves por favor una cerveza fría.
- ¿La de siempre?
- Si, por favor.

Dejó a un lado su casco y se sentó en la mesita de la esquina, la que preferían. Le dio un trago a su cerveza y al momento en que alzó la mirada empezó a leer tantos mensajes habían escritos en el techo de madera. Encontró unas letras que le parecieron muy familiares.

Agachó la cabeza.

- Amigo ¿Cuándo fue la última vez que vino Raynier, podrías decirme?
- Hace como tres días. Venía solo, sé tomó un par de cervezas, le vimos escribiendo eso que está ahí. Parecía cansado y no venía tan animado como otras veces, permaneció callado y ni siquiera bromeo con nosotros.

“Encuéntrame en la cima cerca del cielo y juntito a las estrellas. Un árbol lleno de vida te dará la bienvenida, abre la puerta de la cabaña... Te espero antes que amanezca, te quiero más que nunca.”

Tomó su casco y salió apresurado, empezaba a entender lo que sucedía.
- ¿Todo bien?

Solamente negó con la cabeza.

Encendió la moto, su corazón parecía que iba a reventar.
- Espérame Ray, espérame por favor.


Lloraba tranquilo y en paz. La cabaña era muy acogedora, tenía una ventana grande y a través de ella podía observarse el paisaje siempre majestuoso. Ya era media noche, se sirvió un trago de whiskey en las rocas, que bebía a sorbos.

Se desvistió y se metió a la tina llena al tope con agua muy caliente. Observaba las estrellas y el brillo de la luna a través del techo de cristal en la sala de baño.

Cerró sus ojos y lo trajo a su mente.

Hacía memoria de tantos momentos que habían compartido. Siempre le intimidaba su sonrisa y aun más con su tacto, como la vez en que se subió a su moto. La cercanía y  el olor de su cuerpo le erizaba la piel, esa vez se acercó lento para besar su espalda.

- Hueles exquisito.

Sólo tenía la imagen de él en la mente, sonriendo, serio, jugando, bromeando, gritando, acercándose. Recorría su cuerpo sin morbo, solamente disfrutando su cercanía.

Era el único hombre que hasta el momento había acertado en su comportamiento, era atento y amable, no reparaba en mostrar afecto en cualquier momento. Le provocaba emociones honestas y transparentes; además se sentía protegido por él. Y es que el trato era distinto a lo que acostumbraba, él le hacía volar con una mirada, con un gesto, con un abrazo… con un beso.

Siempre se mostraba educado, agradable, divertido, atrevido, sensual, exquisito. Siempre a su lado y nunca detrás; siempre mirándole a los ojos y nunca escondiéndose, siempre atento y jamás ignorándolo.

Se levantó y salió de la bañera escurriendo agua en el piso de madera, caminaba descalzo. Lucía muy desmejorado, lloraba más y más.

Miraba la inmensidad del cielo lleno de estrellas y con la luna radiante. Vistió soberbio y cómodo para la ocasión, continuaba  bebiendo la misma copa de whiskey.

Suspiraba.

Colocó velas en cada espacio posible para iluminar la cabaña. Además de docenas de rosas blancas para complementar la decoración, todo lucía regio y elegante. Tal cual merecía la vida memorable de un rey.

Colgaban un par de pinturas en las paredes de la sala de estar y en la mesa colocada cerca del ventanal había una foto enmarcada  con su amigo en blanco y negro, ambos sonreían y parecían divertirse. Y frente a la foto, había una pulsera de oro con una nota:

“Llévala contigo… es tuya, con todo mi aprecio.”

Encendió cada una de las velas. Silencio absoluto. Prendió el sistema de audio y empezó a escucharse el soundtrack de una de sus películas favoritas, las notas eran perfectas para el momento final.

Poco más de las dos de la madrugada.

Y se recostó en un sillón cómodo. Suspiro en paz y cayó en un sueño profundo.


La carretera estaba iluminada por la luna llena, manejaba con la velocidad máxima que alcanzaba su motocicleta, era un bólido en el asfalto. Los automóviles que pasaban a un lado le hacían sonar el claxon en señal de precaución, el solo quería llegar a la cabaña.

- ¡Ray!

Pronto tomó la desviación a la cima de la montaña. Había manejado ya por más de dos horas y el trayecto le había parecido eterno; faltaba poco menos de nueve kilómetros para subir a la montaña y en cuestión de minutos llegó, se estacionó y fue corriendo al árbol.

“Hazme arder como lo hace el ave Fénix.” 

Decia la nota que encontró a los pies del árbol.

Y se acerco a la puerta; no estaba cerrada y pudo alcanzar a ver el suelo lleno de velas encendidas.

Entró.

No podía creer lo que estaba viendo, no eran solo rosas blancas ni velas las que adornaban el lugar. Se acercó a la mesa donde estaba la fotografía y tomo la pulsera. Se la coloco en la mano derecha y la llevó cerca de su corazón.

- No Ray… - Dijo con los ojos llenos de lágrimas.

En silencio se acercó hasta alcanzar a leer la última nota que sostenía Raynier en sus manos. Parecía relajado y profundamente dormido.

Empezó a llorar.

"No temas, ahora estoy mejor.

Toma mis manos y permíteme acariciar  tu rostro, acércate y déjame percibir el olor de tu piel cerca de mí.

 No me he ido aun.

¿Sabes? me ha encantado el color que le diste a mis últimos días; he sonreído con el alma, he volado junto a ti, me he sentido seguro, volví a vivir. Lo confieso, te quiero y más de lo que puedas imaginar. Pérmiteme besarte el alma por última vez... 

Abrázame y cuando me sueltes despídete con un beso. Entonces habré muerto.

Acuéstame en la cama y por favor no permitas que nadie me vea después de ti.

Encuéntrame en el cielo, te estaré esperando.

Te quiero tanto."

Se acercó sin miedo y el silencio fue interrumpido por un grito desgarrador que se escuchó en todo el espacio. Se lamentaba entre lágrimas que le brotaban del corazón sin pronunciar una sola palabra, se acercó y le dio un beso en la frente.


Montado en su motocicleta, observaba con los ojos llenos de lágrimas como la cabaña era devorada por el fuego. La madera crujía y su amigo ardía dentro, era su última voluntad.
Encendió la moto y alzó la mano en señal de despedida. El alba le quitaba poco a poco la oscuridad a la madrugada, estaba amaneciendo ya.

- Te echaré de menos Ray.




H.M. The Legendary King Raynier.


Dedicated to yoU.

Gracias por tu tiempo, por tu espacio, por tu compañía.