Increíble como el reflejo de la luna se cuela entre las nubes anunciando la tormenta, unas cuantas gotas empiezan a caer refrescando la oscuridad de esta noche. Llueve ya y la carretera huele a humedad… despertando en Marco la pasión y el deseo.
Va manejando con la misma tranquilidad que la velocidad le permite. Sus gestos empiezan a distinguirse a contra luz cuando algunos autos aparecen en sentido contrario rozando la línea que les separa entre un carril y otro.
El eco de la velocidad, las gotas de lluvia estrellándose sobre el parabrisas y el sonido que provocan las llantas al salpicar el agua que cae sobre la carretera, es lo único que escucha Marco, mientras que su memoria detiene fotografías de instantes que el consideraba felices. Su rostro luce implacable, tal cual su personalidad... entonces una lagrima resbala de su mirada mostrando la debilidad que guarda, apenas corre sobre su piel y el la seca con la llema de sus dedos.
Mientras tanto, Edgar espera en la entrada de la casa al final del camino, a los pies de aquella montaña que tantas veces ha servido de paisaje cuando han compartido noches y momentos íntimos. Ha preparado una cena a su invitado…
El auto de Marco se acerca cada vez más, la lluvia intensa permite el ambiente perfecto. Baja las luces a medida que se acerca al empedrado que conduce a la puerta principal. Alcanza a ver su silueta con el reflejo de las luces del jardín. Entonces detiene el auto.
Edgar se acerca con un paraguas para protegerle de la lluvia. Y así Marco desciende del auto mostrándose tan elegante y sobrio como la ocasión lo amerita.
El saludo es menos cálido esta vez, aunque a ambos se les escapa un segundo de amor y sienten la presencia del otro, como en el pasado. Un segundo y Marco recupera el temple, no hay mas sonrisas de cortesía y sin decir más, el anfitrión le conduce a la entrada…
Las puertas se abren en su totalidad. Alfombra oscura en contraste con los destellos luminosos de candelabros y sofisticadas lámparas que cuelgan del techo principal… detalles dorados conducen al comedor. Ambos caminan tranquilos y así Marco, vistiendo formal en blanco y negro con un abrigo adecuado a la ocasión que le cubre hasta por debajo de las rodillas, refleja la clase con la que ha nacido.
Con las preguntas de cortesía, como si apenas se conocieran, iniciaron la conversación. Lo propio después de la última vez que Marco mostró sus sentimientos tal cual, después de un momento poco agradable para el. Entonces, Edgar habia dejado de ser la persona ideal con la que él pudiera compartir más días… lo que en un principio fue deleite, se convirtió en infierno.
Después de tantos días, el momento había llegado. La mesa estaba servida, fresas y uvas frescas al alcance, vino blanco espumoso para empezar.
Ambos tomaron el asiento de la cabecera en cada extremo de la mesa, detrás de ellos, candelabros con velas que desprendían la esencia del delirio. La decoración dorada brillaba aun más con esto. Fotografía perfecta…
La conversación era entrecortada, dejando atrás la cortesía para iniciar con la sutileza propia de Marco, para atacar al anfitrión y dejarlo literalmente mudo. Cada palabra volaba directo al cuerpo de Edgar como si fueran flechas, cada una atacando el peligro de la decepción.
Entonces, el mismo sirvió un exquisito cordero preparado con naranja y coco acompañado con una copa de vino tinto especial.
Conocía la debilidad de Edgar y entonces poco a poco fue dejándolo sin aire y sin respuestas… haciéndole sentir lo que realmente era en ese momento en su vida: Nada. Había sido la conversación más fuerte y provocativa, pero ya no tenía como defenderse. Marco se encargaba de recordarle la insignificante austeridad que representaba en su existencia. La cena dejó de ser exquisita para Edgar. Y un autentico placer para Marco…
- “Vine a recordarte lo insoportable que fuiste al final del tiempo, a escupir la angustia que provocaste, la ansiedad que descontrolo mi vida, el asqueroso recuerdo de tu imagen, disparaste a matar…”
- “No digas más Marco, esta es una cena de despedida… te invité con la sola intención de mostrarte mi arrepentimiento”
- “No hay palabras que cambien lo que ya está hecho. No eres relevante ahora…”
- “Marco, que hay de los momentos que vivimos sonriendo, donde han quedado?”
- “No los alcanza mi memoria… “
Silencio letal…
Marco dejó a un lado los cubiertos y alcanzó la copa de vino tinto, un sorbo para alejar el sabor exquisito de la carne, y uno más…
Se levantó de su asiento con la misma sobriedad de un príncipe y con la elegancia que le caracterizaba coloco su mano derecha dentro de su gabardina y con la izquierda alzó la copa de vino invitando a Edgar a levantarse:
- “Brindo por el placer de olvidar.…”
Sin dar tiempo a más, descubrió lo que llevaba en la gabardina, mientras Edgar bebía el vino con los ojos cerrados...
Escucho en el silencio, un disparo. Cuando abrió los ojos era demasiado tarde. Había acertado en el lado derecho de su cuerpo, dejándolo con la respiración alterada.
Marco volvió a tirar del gatillo del revolver que sostenía en sus manos, esta vez alcanzó el brazo izquierdo de Edgar quien yacía sobre su silla con los ojos bien abiertos y apenas pronunciando el dolor que su cuerpo experimentaba. La sangre resbalaba por la comisura de sus labios manchando su piel
Se acercó…
- “ Hay momentos que fortalecen mi existencia y marcan la diferencia, algunos más que cambian el sentido a mi emoción haciéndome aun más fuerte… sin embargo, hay otros que despiden mi infierno y deben ser saciados con el placer de la muerte”
Un disparo se escuchó en todo el lugar, directo a detener el latido ya débil de su corazón. Marco se acercó y le dio un beso en la mejilla, al levantarse no dudo en descargar el último disparo en la frente de Edgar, quien ya expiraba hacía la cumbre, salpicando el espacio alrededor con sangre y pedazos de piel.
Volvió sus pasos a la entrada y sin mirar atrás camino, con el mismo porte que le caracteriza, lento a la puerta cerrándola detrás de él.
- “Hasta nunca…”
Subió a su auto y lo encendió para dar marcha y perderse así en la oscuridad de la noche. Solo quedó el eco de las gotas de lluvia cayendo sobre el empedrado, y las luces de las velas aun encendidas reflejándose a través de los ventanales de la casa.
Escrito por:
H.R.H The Crown Prince Raynier.
Con respeto y aprecio para mi amigo: Marco Jiménez.
"Clase y coraje hasta el final... letal"