Entre la vida y la muerte luchaba todos los días, habían días lúcidos y otros no tanto, amigos y familiares a su alrededor. Hasta que despertó por completo de una larga y profunda pesadilla. Le dolía todo, pero había vuelto a la vida.
Antes de abandonar el hospital se reflejó en un espejo, tenía rasguños fuertes en el rostro, heridas en el cuerpo y … cicatrices emocionales que estaban cerrando por fin. Los días calmaban la ansiedad. Había enterrado ya su memoria del pasado en un cementerio lejos de la imaginación, cerca de la realidad.
Alguien ha estado presente en su mente...
…
Ya ha pasado algún tiempo desde te conocí. Debo reconocer que esa noche no esperaba encontrar a alguien que me robara cada una de mis miradas hasta perderme en la imaginación de un mundo que poco a poco fue materializándose hasta conseguir hoy estar cerca de ti cuando el tiempo lo permite.
Una forma poca convencional de conocerte, pero de otra forma no creo que algún día pudiese coincidir en tu espacio… en tu tiempo.
Recuerdo perfectamente cuando nos presentaron en ese antro, en la fiesta de cumpleaños de esa chica tan especial para mi y amiga tuya, nos saludamos con las manos, tu mirada tan indescriptible como la misma línea impresionante de tus labios. No conversamos mucho en ese instante.
No deje de verte y me senté frente a ti mientras estabas de pie conversando con alguien más, me perdí. Pasaron los minutos y la sensación creció en mí. Mirarte de cerca fue carcomiendo mis fuerzas hasta quedar completamente inmóvil por la fuerza de tu presencia.
Dijiste que te ibas. Instintivamente reaccioné y te invité a que tomáramos una cerveza juntos en la parte de abajo de ese bar. Mientras conversábamos, bajamos las escaleras y caminamos hasta que el tiempo de ti se terminaba. Quedamos en que llamaría para salir a tomar algo, te ibas ya. Solo recuerdo haber respirado profundo para poder decirte si podía darte un beso…
El tiempo se detuvo en el momento que tus labios se quedaron en los míos por algunos segundos. Fue una emoción distinta, pura y tierna. Deje de pensar y me olvidé de todo. Ha sido, honestamente, un beso que no olvidaré nunca.
Volvimos a reunirnos con el resto del grupo. Y te despediste, no sin antes volver a besar tus labios, pero no con la misma privacidad y sensación de unos minutos antes. Después de eso, recordé como se sonríe por la emoción que provoca la sensibilidad de poder compartir un instante con alguien que merece la pena.
Desde entonces he procurado compartir algunas tardes contigo, he aprendido un poco más de tu forma tan singular de ser, de tu forma fantástica de llenar el vacío, de la forma increíble en que la armonía de tu voz llena el silencio, de cómo tu silueta brilla en la oscuridad y como el destello de tu mirada vuelve soportable el frío en la ciudad.
Hoy se lo que tu significas para mi.
….
Después de escribir unas líneas en mi diario es momento de dormir. Mañana podré disfrutar estar cerca sin preocuparme por verle al siguiente día y sin temer que será la última vez que compartimos una tarde.
Apagaré las luces para poder observar la noche desde mi cama mientras consigo dormir hasta perderme.
Es un día tranquilo, como las últimas desde que el pasado se ha ido de mi hasta sepultar mi memoria en la muerte de los que me hicieron daño. Ya no hay un solo rastro de la metáfora increíble de su muerte en aquellos sueños de sangre, en esas noches de ira. Hoy ya no hay nada.
Solo yo y la emoción de las tardes que he pasado desde entonces con José No hay nadie como el, no hay inteligencia más exquisita que la de él, sus disparates, su ironía tan transparente, su verdad tan intrigante, su expresión cósmica, su forma tan esporádica de demostrar aprecio, su humor tan ácido en ocasiones… siempre él.
Las horas han pasado, debo irme para estar a tiempo en donde le encontraré.
Me he mirado en el espejo: mi sonrisa refleja tranquilidad y mi mirada luce paciente. Y hoy aun más por que, como cada vez que nos vemos, el tiempo se detiene cuando platicamos de tantas cosas.
Tomo un taxi en la puerta de casa y se encamina a la avenida hasta llegar al centro de Coyoacán. He llegado a tiempo, la noche esta empezando a caer y aun no llega. Creo debo esperarle unos minutos como es costumbre. Ya no hay tanta gente, se empiezan a alejar a las cafeterías y bares de los alrededores del parque, dejando un poco solitario el espacio.
Y después de unos largos minutos de espera…
- “Hola, me da muchísimo gusto verte de nuevo...”
- “Disculpa que haya llegado un poco tarde, pero había tráfico”

- “Te parece si vamos por un café y nos sentamos aquí en el parque para conversar tranquilos?”
- “Como quieras esta bien Rayito…” y le dió una palmada en la espalda.
…
Mientras caminaban conversaban sobre como la habían pasado los últimos días, uno en la Universidad y el otro en el trabajo. Sonrisas cruzadas en algunos momentos y un sin fin de comentarios que provocaron una conversación agradable para ambos.
Ordenaron dos tazas café para llevar y las recibieron. Se dispusieron a caminar de regreso a donde se habían encontrado. Pero sin detenerse, continuaron sobre la banqueta de la calle principal…
La noche había caído ya y las luces se habían encendido ya en algunos lugares. Conversaban de tantas cosas que sus miradas solo reflejaban sentir lo agradable de ese momento. Por instantes se dibujaban sonrisas naturales, la estaban pasando bastante bien e incluso dejaban escuchar algunos segundos sus risas, que reafirmaban el hecho de estar pasando un buen momento.
Por segundos caía el silencio y así mismo volvían las palabras con fuerza. Era tan interesante el momento que se olvidaron que estaban caminando sin rumbo fijo hasta que se acercaron a un parque por demás iluminado pero muy solitario. Ideal para sentarse a discutir una conversación muy entretenida para ambos.
Ya pasaban de las nueve de la noche y ambos parecían divertirse juntos, no había miradas tristes ni sonrisas fingidas, todo era natural y espontáneo.
…
- “Me hace muy feliz estar compartiendo este momento contigo, después del accidente que tuve, eres muy importante para mí. Gracias por estar esto y por todo.” Su cara expresaba la emoción de tenerle cerca.
- “Gracias Ray, es muy chido pasar tiempo contigo.”
- “Vámonos antes que sea más tarde Ray, debo llegar temprano a casa” dijó con una expresión tímida después del beso.
- “Si, esta bien... debemos regresar” le respondió.
…
Y ambos retomaron el camino de regreso. Después de unos minutos, volvieron las sonrisas por la complicidad del momento anterior y de nuevo la conversación calmo el silencio.
Mientras caminaban, observaron a lo lejos que venía un auto a exceso de velocidad y el instinto les hizo detenerse a observar como se acercaba.
Por su parte, Ray empezaba a darse cuenta de la situación y trataba de calmar la tensión con algún comentario. Y no conseguía gran cosa.
- “Te arrepientes, cierto?”
- “No, no me arrepiento, solo que... ”
- “Entonces que sucede?”
- “No lo sé Ray, eres un chavo agradable y me gusta que salgamos, pero…”
José no supo dar explicación alguna a lo que estaba sucediendo y el momento le estaba causando cierta incomodidad hasta que exploto y no pudo controlarse.
- “No puedo con esto, no lo entiendes?”
No dijo nada más y abrazó a su amigo.
- “Perdóname Ray…”
Le dio un beso en la mejilla, y con sus manos tomó el cuello de su amigo con toda la intención de ahorcarlo. Las fuerzas que tenía en las manos hacían todo por asfixiar a Ray, quien desesperado intentaba con movimientos bruscos escapar de sus manos.
Por un momento alcanzo a soltarse y recogió una botella quebrada que estaba entre las piedras. En ese momento José ya estaba de nuevo apretándole el cuello.
El instinto por sobrevivir…
Enterró, sin pensarlo un solo segundo, la botella en el brazo de su amigo y lo rasgó con el poco de fuerza que tenía. La sangre salpicó a ambos.
José aventó a Ray tan lejos como pudo y así recogió un cristal con mucho filo y fue sobre su amigo, quien estaba tirado en el piso intentando recuperarse. Cayó encima, enterrándole el cristal en el estómago. Al momento que el hacía eso, Ray alcanzó a clavarle, en el cuello, restos de cristal que aun conservaba en la mano. Ambas miradas mostraban desesperación en intento frustrado por sobrevivir. Después de unos segundos, había ya un charco impresionante de sangre.
Fueron las dos únicas palabras que se pronunciaron en el silencio de la noche.
Dos cuerpos yacían en medio de una calle solitaria… dos cuerpos distintos que buscaban identidad en medio de una confusión.
Beloved M.