7/10/10

Stars

Y fue una tarde cualquiera...

- ¿Qué tan bien sabe el café que has elegido? - Le pregunté mientras observaba como lo preparaba en la estación de servicio.
- Es exquisito si le pones un poco de canela en polvo, ¿ Quieres probarlo? - Dijo observando su vaso de café
- Claro… mmm sabe bien. - Y es que en verdad me había gustado el sabor.

En mi vida lo había ordenado al barista, y jamás había coincidido con él, en el mismo café que con frecuencia visito cuando estoy en mis días libres en el Distrito Federal.

- Mi nombre es Fabián. - Extendió su mano con una sonrisa.
- Raynier, mucho gusto. – Contesté tomándole la mano y sonriendo.
- Ya sabes, para la próxima no dudes en pedirlo y ahora tienes el toque para prepararlo.
- Lo haré, gracias
. – Y lo ví detrás mientras se marchaba a su mesa.

Por un momento me perdí observándolo desde el lugar donde me había sentado con un amigo a conversar de lo último que había pasado. Reímos de infinidad de anécdotas, nos contamos algunas confesiones propias de una amistad incondicional y siempre leal. Al tiempo, sus amigos empezaban a despedirse… y él, seguía en su asiento, ahora sostenía unas notas que leía detenidamente sin atender lo que sucedía a su alrededor.

- El te gusta, ¿Cierto? – Me preguntó Luis, mientras volteaba a mirarlo.
- No puedo negarlo, es lindo. – Respondí un poco tímido.

Sin pensarlo, mi amigo se levantó y se acerco detrás de el.

Yo moría de nervios. Se levantó y recogió sus pertenencias detrás de Luis para acercarse a mi mesa.

- Hola Ray. – Su voz y su sonrisa me dejaron mudo.

Luis argumento que tenía que llegar a casa y se despidió mientras nos invitaba a quedarnos a conversar un poco más. No dudé un solo segundo y decidí quedarme con Fabián.

- Espera un momento, voy por algo. ¿Te importa si te invitó un café?
- Gracias, no te preocupes, estoy bien así.

De nuevo se acercó al barista y apenas alcancé a escuchar lo que había ordenado, pues le daba la espalda a la barra.

Tardo unos minutos y se volvió delante de mi con un par de vasos.

- Toma, sé que te gusto cuando lo probaste... lo preparé para ti. - Dijo sonriendo.
- Eres muy amable Fabian, gracias.

Empezamos a conversar, con las preguntas propias a alguien que apenas se conoce. De ahí que supe poco más de él. Mil preguntas quedaron en el aire, otras fueron respondidas con la misma amabilidad del principio. Entonces empezó a cuestionarme sobre mi vida, mi edad, a que me dedicaba y de momento me interrumpió.

- Raynier, me agradaste desde el principio.

Apenas pude decir algo, el calor del café hizo tropezar mis palabras en los labios y no supe que decir. Me miraba fijamente y sonreía seguro de lo que había dicho. Me quedé en silencio.

- Ven, vamos a caminar un poco.

Y me tomó con su mano izquierda, mientras que con la otra sostenía el café. La mochila ya la llevaba en la espalda.

- ¿Crees en las coincidencias en el tiempo? - Me cuestionaba mientras observaba el imponente Ángel Dorado que se alzaba en la oscuridad en medio de la avenida.
- Si, si creo en ella, aunque en ocasiones sea un mero espejismo.
- Yo, no creo en los espejismos… creo en vivir lo que se siente.


Y se acercó más mirándome a los ojos. Pude sentir el calor de sus labios sin siquiera rozar los míos.




- Ven caminemos un poco más.

Honestamente ya alucinaba sus labios y se resistió.

Mientras, dábamos pasos lentos y nos deteníamos a observar algunas pinturas urbanas que se exponían en la banqueta de la avenida. Me hablaba de su vida, de su colegio, de sus amigos, de su familia... Era solo una noche tranquila y en eso quedaría.

Caminé unos pasos adelante mientras el escribía un mensaje. Y yo seguía disfrutando de la avenida, la misma avenida donde tantas historias habían sido escritas, tantas fotografías en mi mente y tantas emociones ahí vividas.

- Espera – Y me abrazó por la espalda.

Escuche su voz tan cerca que mi piel alcanzó el máximo de mi sensibilidad. Volví la mirada sobre mi hombro izquierdo y me perdí en sus labios que ya buscaban los míos. Fue un beso en el que olvide el tiempo, sus labios eran tan dulces y suaves que parecían no haber besado nunca antes. Lo disfruté, tan tierno al principio, tan intenso después y así terminar con un suave murmuro al abrazarme después del beso.

Estar juntos las siguientes tardes fue realmente agradable y divertido, propio de dos niños con juguete nuevo. Había momentos mientras conversábamos o sonreíamos, en que sin decir nada, me besaba y me dejaba en silencio, siempre abrazándome al hacerlo para que al abrir los ojos encontrara su sonrisa tan inocente y natural que volvía a perderme una y otra vez en sus labios.

Y llego la noche que ambos esperábamos. Nos encontrábamos solos en la habitación de su hotel, la luz era tenue y por el balcón de la habitación entraba un poco de aire fresco que al acariciar las cortinas nos permitía observar la oscuridad de la noche.

En la cama, nuestra sonrisa nos permitía entendernos sin necesidad de palabras. Era el calor de nuestro cuerpo lo que volvía natural el momento, éramos cómplices de un acto, quizá propio de las hormonas pero, con un toque de amor.

Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez. Que tengo miedo a perderte, perderte después, quiero tenerte muy cerca, mirarme en tus ojos y verte junto a mi…

Hicimos el amor una vez más… y otra, sin perder nunca la intención y el deseo. Hasta que llego la hora de regresar a casa.

Me despidió en el lobby del hotel, vestía ropa deportiva que le hacía lucir perfecto. Solo miraba su sonrisa tan inocente…

Al día siguiente era su cumpleaños y pasaríamos la tarde juntos. Aunque con mensajes estuvimos juntos desde que despertamos, debo admitir que fue más emocionante cuando por fin estuvimos juntos sonriendo y acompañándonos como no lo sentía desde hace ya mucho tiempo. Fue una tarde increíble.

Era un sueño, todo perfecto y los dos sonriendo. Y al caer la noche, al caer la noche…

- Ray me encantas y me hace muy feliz saber que estas cerca de mi.
- Gracias Fabián, gracias por tus detalles, tus palabras y tu forma tan tierna de hacerme sentir amor.
- Bonito, no digas eso, estoy contigo por que tu también haces sentir así, confía en mi.
- Quédate a mi lado.
– Dije sonriendo mientras miraba sus labios.
- Confía en mi Ray. El sentimiento no terminará de un día para otro. – Y en silencio, volvió a besarme tan tierno como la primer vez.


Al llegar a casa volvimos a escribirnos mensajes. Comentábamos lo genial que había sido el día, parecía feliz por compartirlo conmigo. Una llamada para terminar el día….

- Bonito, tengo que dormir, mañana tengo entrenamiento por la mañana.
- Ok, gracias por compartir tu tiempo conmigo.
- No digas eso… lo hago por que me nace. No olvides que te quiero mucho, confía en mí por favor. – Insistió una vez más.
- Esta bien, descansa. Hasta mañana Bonito.
- Hasta mañana, te mando un beso.


… que tengo miedo a perderte, perderte después.

Y cayó una lluvia impresionante después.

Cuando intenté enviarle un mensaje, y no había respuesta, encontré un mensaje:

“Quiero que seas feliz… un beso.”

Después de un rato, las lágrimas empezaron a resbalar por mi cara limpiando los rastros de sus besos, el olor de su piel. Hasta que entendí que sus últimas palabras en realidad fueron una despedida.

Piensa que tal vez mañana yo ya estaré lejos, muy lejos de ti…

No pude dormir en toda la noche esperando tranquilidad y así me iluminaron los rayos del amanecer, esperando por él. Y el día fue eterno, tratando de encontrar una explicación lógica a lo que había sucedido.

Y aunque me dejo con las emociones heridas, sigo de pie y levantando la mirada de nuevo. Después de todo sé que aunque la oscuridad cae al ocultarse el sol, siempre aparecerá una estrella que ilumine mi noche…





Dedicated to The One who made me feel love ... and then, he went on in the air of that mysterious night.

Un amor que se lo lleva el viento así como lo trae a nuestra vida, no es más que un espejismo.

Let it rain...


Raynier.