6/3/13

Masterpiece


Y me encuentro esta noche contemplándote mientras duermes, cálido, tranquilo y sonriente; el cuerpo desnudo y tus brazos rodeando la almohada que has hecho tuya desde que llegaste, ha pasado tanto tiempo desde entonces…




Cedí al encanto de tu personalidad, a la magia de tu mente, a la sutil seducción de tu cuerpo y la nobleza de tus emociones;  siempre procurando una sonrisa que compartir aun cuando por alguna situación has caminado alterado e impaciente por los momentos no tan agradables que la misma situación provocaba.

Ayer por la noche, mientras nos detuvimos a beber una taza de café en el lugar de siempre, pude percibirte distinto; descubrí que me escuchabas atento y observabas meticuloso lo que yo hacía. Ahora sabes interpretar mi silencio, mi mirada, mi postura, mis sentidos; tal cual puedo yo interpretar cada uno de tus gestos y el exquisito lenguaje de tu cuerpo cuando callas.

Nos hemos vuelto cómplices del tiempo y espacio que compartimos, hemos permanecido juntos en momentos buenos y en otros no tanto, nos hemos apoyado uno a otro cuando se ha necesitado; y con el tiempo hemos aprendido a conversar y a escucharnos para encontrar caminos oportunos y óptimos a cualquier situación procurando no evadir la realidad.

Nadie es perfecto, yo no lo soy y sé que tu tampoco lo eres; conoces mis defectos y disfrutas mis virtudes y valores, sabes lo que me hace feliz y lo que entristece mis días, así como lo que se de ti; lo que me gusta de ti y lo que no. Pensamos distinto y aun así coincidimos en tanto… estamos juntos.
                                                        
Un año podría parecer nada con lo que nos hace falta por compartir, sin embargo es suficiente para entender que es un lazo mucho más agradable lo que hoy nos permite vivir y sentir, algo que simplemente percibo como inolvidable.

. . .

El castillo lucía desolado, el elegante dorado de los cuadros colgados en las paredes había perdido el brillo, el jardín parecía devastado y sin vida,  y no había más que hojas secas que el viento azotaba en la tierra pálida. El rey  dormía tantas horas como le fuera posible para sanar las heridas que la tormenta y su estancia en el campo de batalla habían dejado en su piel. Era silencio absoluto lo que se escuchaba en los pasillos, las cortinas permanecían cerradas la mayor parte del tiempo y solo resonaba el eco de las fiestas ostentosas que en el palacio se ofrecían por gusto propio y por el protocolo que el reino exigia.

El rey había planeado retirarse antes que los demás pudieran ver como se deterioraba,  era mejor hacerlo entre las paredes del palacio y dejar la cima con una sonrisa por tras disfrutado tanto, exageradamente quizá, pero era su muy particular estilo de vida; el mismo que lo llevo a vestirse siempre elegante y disfrutando sus pasos cuando los demás volteaban y le sonreían amablemente; mientras otros le destilaban envidia con la mirada.

Caminaba con clase y coraje siempre, sonreía con la distinción de un noble y conversaba con la gracia y encanto de alguien que disfrutaba vivir cada momento sin detenerse. Y de la misma forma disfrutaba rodearse de personas que amaba y que algunos hasta el día de hoy permanecen cerca. Se detenía en donde deseaba, dejándose ver en lugares propios y adecuados a su vida, discreto y sobrio cuando la ocasión lo requería y atrevido cuando se lo proponía, siempre exquisito.

Era una vida, al parecer, completa y brillante.       

Pero poco a poco empezó a perder el control de su propio destino y lo que no era propio empezó a seducirlo de una forma por demás intensa, hasta dejarse consumir en vicios que más allá de mantenerlo siempre despierto y vivo, empezaron a sepultarlo hasta desatar una cadena de eventos tristes y desesperantes propios de un perfil socialmente inaceptable y decepcionante.

Drogas y excesos.

Y en ese ambiente tan oscuro, ácido y bestialmente adictivo encontró lo que lo hundió hasta aplastarlo en los vicios emocionales más raros y absurdos que un ser humano podría siquiera soportar un solo segundo; estaba ya en el infierno. Ahí mismo intento caminar y levantarse, consumiéndose entre las llamas del mismo, siendo devorado por quienes murmuraban su visible derrota, piedras hirviendo que quemaban su piel, labios que mordían los restos de su reputación quitándole la poca dignidad que quedaba en el.

Fue así como cayó sin más fuerza que para cerrar los ojos…  casi muerto.

. . .

Cierto día despertó y no encontró más que sangre a su alrededor, cristales rotos, recuerdos destrozados e imágenes crueles en el paisaje de su habitación. Los paisajes en las pinturas de la sala principal  se habían apagado ya, las plantas de los pasillos habían muerto también, la alfombra que cubría los escalones de la escalera principal lucía descolorida.

Se levantó de la cama e hizo a un lado las sabanas que despedían ya un olor putrefacto, camino sobre pedazos de vidrio lastimando la piel en sus pies y sin gesticular dolor alguno en su rostro continuo su camino escudriñando cada rincón del que en algún tiempo fue, si no el palacio más elegante, si el más agradable y digno para un rey como el.

Era despertar al día siguiente después de una explosión emocional que le golpeó en el estómago haciéndolo volar hasta caer en el otro lado del campo y terminar revolcándose en sus recuerdos: desde la niñez y adolescencia, hasta el último día en que consiguió cubrir su tristeza con una máscara de platino que rozaba su piel desangrándola con su respiración. Fue evidente su desesperación y ahogando sus sentimientos en un grito consiguió quitársela para poderla aventar tan lejos que aun en la distancia escuchó el ruido tan singular del metal al golpear la superficie.

Empezar de nuevo y reconstruir cada uno de sus espacios arrastrando la acidez mental para conseguir sanarla era un verdadero reto y había que asumirlo.

Se acercó a una de las ventanas más grandes que daban al jardín trasero del castillo, corrió las cortinas y con ello se levantó  una nube de polvo que lentamente despejó el paisaje.

Era un verde exquisito y delicado el color que teñía la pradera, en donde se delineaba un pequeño rio que bajaba de una de las montañas, abrió la ventana y respiro la frescura del amanecer, escuchó la música de una gaita que estaba siendo tocada en algún lugar cercano. La mañana parecía nublada, triste para algunos, pero para él era simplemente espectacular y reconfortante después de tantos días en la oscuridad.

Las hojas de los árboles se estremecían con el viento. Se encaminó a la sala de estar y acarició un sin número de recuerdos, atravesó el espacio sin detenerse un solo momento, solo quería salir y disfrutar lo que el reino le devolvía.

Encontró la puerta que lo llevaba a la parte trasera del castillo, la misma que abría cuando quería escaparse a disfrutar un momento de soledad, también cuando corría como un pequeño por el jardín y se trepaba en los mismos árboles de su infancia, aquellos que en la imaginación eran poderosos barcos que surcaba los siete mares  y que tanta adrenalina le provocaban cuando el viento soplaba fuerte, gritaba siempre emocionado…

. . .


Al salir y pisar la frescura del pasto verde bañado con la brisa de la mañana las heridas en sus pies dejaron de sentirse punzantes, uno que otro rayo de sol se colaba entre el cielo nublado, le calentaba la piel devolviéndole el color natural.

Alzó la mirada al cielo y cerró sus ojos para extender sus brazos al viento, y como en su infancia, corrió sin detenerse brincando sobre las piedras y los arbustos pequeños que rodeaban el castillo, parecía que las flores cambiaban de posición para observarle sorprendidas, brincó en los charcos de agua un poco fría que se acumulaba en alguna parte del jardín y casi volaba sobre la superficie para alzarse a la cima de la pequeña montaña que se levantaba en el horizonte.

Minutos de placer, minutos de vida. Las nubes aun no despejaban el espacio pero ofrecían sin duda alguna, un paisaje placentero  al rey. Aquel que alcanzaba a observarlo en la cima, podía atinar que estaba disfrutando el paisaje mientras reposaba en aquella roca que tantas veces le permitió libertad, dignidad, simpatía y poder.

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La melancolía no espero más y provocó lágrimas resbalando en sus mejillas que, al tiempo, se mezclaban con la brisa fría que se desprendía del cielo nublado. Recuerdos agradables que le refrescaron el alma, esos tiempos que en un lugar lejano le permitió madurar, experimentar y valorar lo que tenía a su alrededor; principalmente a los suyos; una época de oro en su existencia, la misma época en que fue coronado rey para así tomar las riendas de su vida en un castillo tan singular como su misma imaginación y tan poderoso como su misma presencia.

Era volver a sentir un abrazo de sus amigos, los que encontró en donde menos espero, con los que compartió momentos brillantes y definitivamente sorprendentes, aquellos amigos nobles que hoy continúan en su alma, quizá de quienes más ha aprendido hasta el día de hoy.

Eran retratos en su memoria, como el paisaje casi invisible de aquella tarde  en que caminaba en medio de una tormenta de nieve que ni siquiera padeció, sino más bien disfrutó como un niño travieso y sonriente.

Era poco más de medio día y empezó a caminar sobre la nieve, el viento soplaba tan fuerte que provocaba la sensación térmica más fría que en vida había experimentado, mientras por dentro se esparcía calidez, propia de la vida plena que en ese momento disfrutaba. La nieve crujía dulcemente debajo de sus pies mientras que la fuerza del viento entonaba una melodía salvajemente encantadora.

Camino un largo trecho sin dejarse vencer por la tormenta, ni por el frio que quemaba ya su nariz que estaba tan roja y quebrada que el dolor no alcanzaba a doblar su cuerpo.

Sin duda alguna mostraba clase y coraje aun en momentos críticos… sin dejar de sonreír.

Volvió a la realidad y al abrir sus ojos saboreo con sus labios la brisa que bañaba la comisura de su boca. Se levantó para acariciar el encanto de las flores que crecían a un lado de las rudas rocas provocando una sensación seductora. Poco a poco se acercó a un precipicio tan alto como el mismo cielo; ahí donde las emociones se convertían en adrenalina y poder, amo y rey.

Todo se observaba verde y lleno de vida y placer. El mundo volvió a ser diminuto comparado con la naturaleza de su ambición, la misma ambición que él consideraba un arte digna de aprender y saber vivirla para no padecerla y ser víctima de la misma; como antes.


Sus pies descalzos estaban cerca del abismo, el paisaje era espectacular como el mismo cielo que empezaba a despejarse, su mente empezó a cambiar tanto que la sensación la experimentaba una vez más en cada rincón de su cuerpo, siendo consciente de ello.

. . .

- Quisiera quedarme aquí pero debo atender los deberes de mi reino, debo cuidar de mi persona y rescatar lo que me rodea y me hace tanto bien, debo atender a la corona que me ha llevado tantas veces a la cima y que merece toda mi atención, la misma que merece mi vida: mi reino.

. . .

Empezaba a anochecer y debía volver al castillo, las horas habían pasado casi desapercibidas ante sus ojos. Caminaba lento, disfrutando el paisaje ahora un poco más oscuro, apenas se dejaban ver  las estrella cuando las nubes grises lo permitían, la luna permanecía escondida. Respiraba profundo para refrescarse el alma… así volvió y entró al castillo, ahora con un mejor semblante.

Recorrió los espacios y mientras lo hacía levantaba lo que dolía y lo colocaba poco a poco en un carruaje dorado que estaba listo para llevarlo y dejarlo caer hasta estrellarse en algún desfiladero cercano al castillo. Lo hizo sin darse cuenta del tiempo y al regresar a su habitación el palacio había quedado liberado de objetos y recuerdos inservibles.

Cambio las sabanas de la cama y al extenderlas suspiro la frescura de la noche, eran suaves y sedosas, dignas de un rey. Se recostó y empezó a escuchar las voces de los ángeles que le arrullaron mientras cayó en un sueño profundo.



Soñaba vida, soñaba sonrisas… soñaba que volaba sin dejar caer la corona de su reino.

Despertó.

Tenía la delicada sensación que habían pasado suficientes días en los que había dormido, su sonrisa era distinta, quizá intensa. Su cuerpo transpiraba tranquilidad y sus emociones parecían haberse liberado de lo que una mañana antes era un campo de batalla devastado y totalmente consumido en un infierno del que pudo sobrevivir.

Sentía como la sangre corría por sus venas anunciando un amanecer plenamente mejorado, sus pies habían sanado y sus recuerdos poco agradables habían quedado rezagados en su memoria. Tomó un baño relajante y refrescante con agua tibia mirando el paisaje verde a través del ventanal, ahora disfrutaba sentir la piel mojada.

Se vistió elegante y sobrio, la ocasión lo requería.

Estaba listo para reacomodar el espacio, para desempolvar los años de oro y mejorar el aspecto del palacio hasta conseguir un brillo distinto, uno completamente sensual tal cual su personalidad. Y así lo hizo, logró que hasta las paredes expresaran lo que habitaba en el interior de su persona, tan noble y leal como un príncipe,  educado y poderoso como un rey; siempre  humilde y culto como cualquiera con deseos de vivir y dejar huella en los demás.

Miraba detrás de sí mismo y solo encontraba un deleite emocional después de desechar lo que ya no era prudente conservar siquiera en la cercanía de su memoria.

Sonreía...

Encontró tiempo para disfrutarse a sí mismo, para relajar su mente y para hacer lo que tanto amaba: leer y escribir. En  una noche oscura de otoño mientras caminaba tranquilo en los empedrados cercanos al palacio,  se detuvó a acariciar con la mirada el vaivén de las hojas de los árboles y observaba como se colaba la luna entre los altos pinos del camino.

Ocasionalmente se escuchaban las ruedas de los carruajes tirados por caballos elegantes que transitaban a un lado suyo; alguien de vez en vez se detenía para saludarle y abrazarle  por verle de nuevo. Emociones para el rey.

La noche parecía eterna y siempre disfrutable, así después de unas horas se encontró con un viejo amigo. Sonrieron al verse, fue un abrazo más bien honesto y noble; se sentaron en alguna banca debajo de esas lámparas que iluminaban la oscuridad del empedrado y conversaron de tanto que de pronto se escuchaban carcajadas y sonrisas.

Poco antes del alba, el rey se retiró al palacio despidiendo a su amigo, ambos prometieron encontrarse pronto.

Así sucedió, y no solo en una ocasión sino en varias siendo estás más y más frencuentes, ya no eran charlas al anochecer, hasta que el tiempo permitió que el rey le invitara a comer en la tarde de un sábado de noviembre.

El castillo lucia diplomático y apropiado, el invitado preparó platillos exquisitos para esa  tarde. Charlaron  hasta poco más de la media noche, hablaron de todo, conversaron sobre sus planes, hablaron del pasado y disfrutaron hasta la sonrisa más simple.

El rey había experimentado paz consigo mismo en los días previos, lo que le permitió sentirse tranquilo con la compañía del invitado, ahora sonreía nuevamente desde dentro lo que se percibía hasta en el rincón más alejado del castillo.

Al amanecer, agradeció la hospitalidad y el invitado se marchó.

Pasó  el tiempo y siguieron conviviendo, a veces en la discreción del castillo y otras más en las calles del pueblo. La convivencia permitió todo, y cuando menos se lo esperaba, el ahora consorte ya vivía con el rey en el mismo palacio. Lo que le valió muchísimas críticas y también sonrisas, así fue introduciéndolo en su mundo, en su imperio; presentándolo con sus más cercanos y muy queridos amigos; quienes siempre estuvieron cerca de él en todo momento.

 ...

Yo soy The Legendary King Raynier Of The Royal Kingdom, y he vuelto a dejarme ver  durante la noche que tanto amo acompañado del ahora Su alteza real El Príncipe Consorte… y ha sido tal como lo cuenta la misma historia. Tan transparente para muchos, tan perturbador para otros que intentan herir murmurando y escupiendo veneno,  pero esto ha sido  siempre noble, transparente y agradable para ambos.


El día es perfecto… como una obra de arte, como tú.



W.E.
MASTERPIECE

“People called the greatest love story of the year…
 but nobody stood for, he was the most despised man around.
Nowdays, The Legendary King is still charging his duties as a King
 with the support of the one he loves.”

H.M. The Legendary King Raynier